La Revolución y el Comunismo de Guerra (1917-1922)

La Revolución


El Imperio Ruso tenía, aún a finales del siglo XIX, un sistema de ordenación social basado en la esclavitud (a pesar de que esta había sido eliminada de iure en 1861) que representaba la inmovilidad de la aristocracia y nobleza rusa, y sobre todo del zar, que detentaba el poder de manera absoluta en una suerte de feudalismo avanzado a tímida industrialización. La burguesía, creciente en ciertos puntos urbanos pero aún muy poco numerosa, se identificaba con partidos no revolucionarios pero sí de progresismo económico, como el Partido Octubrista o, sobre todo, el Partido Democrático Constitucional, principal organizador de la Revolución de febrero.  El campesinado era el sector social más castigado por este modelo, con unos niveles de pobreza altísimos. Además, la sociedad rusa se vio sacudida con la derrota en la guerra ruso-nipona de 1905, a lo que se sumó la escasez tremenda de alimentos (sobre todo en los núcleos campesinos de población), la visión del atraso económico y militar de Rusia, y el aumento generalizado de los impuestos, y todo derivó en la Revolución de 1905. En el transcurso de este proceso, la Guardia Imperial reprimió de forma brutal diversas manifestaciones, como el famoso Domingo Sangriento, que se cobró más de 2000 vidas.  Fue en esta fallida revolución donde se terminó de abolir la esclavitud, que se reflejaba en los famosos MIR (en ruso, МИР), que venía a ser la unión que el campesino tenía con la tierra que trabajaba, la cual no podía dejar. También se instauró tímidamente el parlamentarismo, aunque con una ley electoral bastante desigual con respecto a los grandes propietarios y la aristocracia. 

La Primera Guerra Mundial hizo que la situación que la situación se volviera insostenible. La industria rusa, pequeña e incipiente, no estaba preparada para aguantar una producción de armamento tal como la que se estaba produciendo. Con un millón y medio de muertos y sin mano de obra porque estaba en el frente, en febrero de 1917 varias partes del Ejército se sumaron a revueltas y huelgas, produciéndose la Revolución de Febrero, de corte liberal y apoyada por los partidos radicales y comunistas (Partido Social-Revolucionario y Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia). EL zar fue depuesto y Kerenski asumió el poder, pero no satisfizo las dos condiciones de los comunistas por las que apoyaban al gobierno provisional: la reforma agraria y el cese de la guerra. 

Con estas condiciones, y con el líder comunista Vladímir Lenin de vuelta tras su exilio, se produce la Revolución de Octubre, por la cual el bolchevismo sube al poder e implanta una serie de decretos de corte socialista que acabarán con la propiedad privada y reformarán la agricultura. Fruto de las desavenencias y la polarización política, los ejércitos prozaristas, apoyados por una gran parte de los liberales, de los nacionalistas y unas divisiones mandadas por los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania, se enfrentaron  en una guerra civil al Ejército Rojo recién constituido por Lév Trótsky. La guerra acabará con victoria roja, y en la guerra se desarrollaría un sistema económico que adapta las condiciones rusas con las condiciones comunes de la guerra y los preceptos del socialismo y comunismo económico, conocido como el 'comunismo de guerra'.

El comunismo de guerra


La construcción de una nueva sociedad había empezado. Mientras continuaba la lucha contra los ejércitos blancos, se ponían en marcha las nuevas estructuras políticas y económicas, destinadas a la creación de una sociedad comunista. Las primeras medidas, dirigidas a aplicar de manera rigurosa las ideas revolucionarias, se adoptaron en medio de dificultades derivadas de la continuación de la guerra, el fin de las relaciones económicas con el exterior y la desaparición de técnicos y empresarios. Tanto desde el punto de vista político como del económico, el país tuvo que ser desarrollado por el aparato del partido y por los soviets locales, generalmente sin ninguna experiencia ni preparación para afrontar los problemas del gobierno y de administración. De hecho, las decisiones se tomaban a menudo a nivel local o sectorial y respondían a necesidades inaplazables. Los revolucionarios hacían la revolución por su cuenta, más o menos en sintonía con el gobierno.(1)

Las primeras medidas del nuevo régimen, además de negarse a reconocer la deuda exterior del período zarista y de socializar la economía, fueron el Decreto sobre la Tierra y la salida del país de la Primera Guerra Mundial.(2) A continuación, ampliaremos más la información sobre algunos de los puntos más importantes a la hora de estudiar el comunismo de guerra.


El abandono de la guerra

EL abandono  de la guerra fue uno de los objetivos inmediatos de los bolcheviques, y se realizó mediante la firma del Tratado de paz de Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918) con Alemania, en virtud del cual Rusia renunciaba a una parte muy importante de su antiguo territorio. Pero el Tratado no supuso la finalización de la actividad bélica. EN 1918, el país se encontraba inmerso en una guerra civil en la que se enfrentaban los defensores de la Revolución de Octubre y los que se oponían a ella, entre los que había antiguos partidarios del zar, liberales y también potencias extranjeras afectadas por las decisiones del nuevo régimen. La guerra se alargó dos años y acabó con el triunfo del ejército rojo dirigido por Trotsky, y por tanto, de los bolcheviques.(3)

El Decreto sobre la Tierra

El Decreto sobre la Tierra (8 de noviembre de 1917) fue probablemente la decisión económica más importante del período. Pero esta medida llegaba tarde, ya que no hacía más que legalizar una reforma agraria que los campesinos ya habían empezado por su cuenta antes de que los bolcheviques llegaran al poder. Inmediatamente después de la caída del zar, los campesinos empezaron a ocupar las tierras de los grandes propietarios (señores, corona, Iglesia) y dejaron de pagar los arrendamientos.

El Decreto abolió la gran propiedad. Las tierras, el ganado y las herramientas de trabajo fueron entregadas a los comités agrarios y soviets locales, que las tenían que repartir entre todos aquellos que las pidieran para trabajar la tierra. La única condición era que la tierra se tenía que cultuvar mediante el trabajo familiar, sin recurso a mano de obra asalariada. El resultado fue que el número de explotaciones creciera y que estas fueran más pequeñas que las de antes de la guerra, de modo que la mayor parte de la producción tenía que dedicarse al mantenimiento de la unidad familiar y se generaba muy poco excedente comercializable. La situación se agravó por la caída de los rendimientos a consecuencia de la inexperiencia de los nuevos campesinos y sobre todo por la falta de animales de trabajo. Junto con estas explotaciones, prácticamente de autoabastecimiento, se mantenía la anterior propiedad campesina (kulak y campesinos medios), mal vista desde el punto de vista revolucionario pero que aportaba al mercado la mayoría de los excedentes.

El Decreto sobre la Tierra era una solución cómoda; sin embargo, no era una solución ni revolucionaria, ni igualitaria, ni satisfactoria. No era revolucionaria porque aceptaba la existencia de medios de producción, no era igualitaria porque los lotes obtenidos eran muy diferentes, y sobre todo, no era satisfactoria porque no aseguraba el abastecimiento de las ciudades. Por otro lado, con unos precios bajos fijados para favorecer el consumo urbano y sin poder comprar nada por la desarticulación de la producción industrial y del transporte, los campesinos no se veían impulsados a vender. Los excedentes eran destinados al mercado negro o a mejorar el consumo en el campo. Se podía obtener más grano en el mercado negro pero a precios muy elevados, de modo que mucha gente abandonó las ciudades. Por lo tanto, la subsistencia de la población urbana estaba asegurada por el comercio ilegal y el éxito relativo de las autoridades en su represión no hizo más que aumentar el hambre en las ciudades. Ante tales condiciones, el desabastecimiento de las ciudades era un problema tan grave que el gobierno lo consideró como un intento de los campesinos reaccionarios de asfixiar a la revolución mediante el hambre. Lenin proclamó la cruzada del pan y decretó que los campesinos que se negaran a entregar los excedentes eran enemigos del puebl, y grupos de obreros armados se trasladaron a los pueblos para requisar los cereales que faltaban en las ciudades. La lucha era teóricamente contra los acaparadores (kulak), aunque afectaba a toda la población campesina. Comenzó así un círculo vicioso: las requisas y su sustituto, las entregas forzosas, dejaban a los pueblos sin cereales para el consumo y la siembra, lo que hacía disminuir la siguiente cosecha. Se calcula que el hambre y la represión causaron cinco millones de muertos entre 1920 y 1921. (4)



fuente: Guía práctica de historia económica mundial. (1999). 2a ed. Barcelona: Universitat de Barcelona.


fuente: Guía práctica de historia económica mundial. (1999). 2a ed. Barcelona: Universitat de Barcelona.


Población de la URRS en miles de personas, 1914-1924

La socialización de la economía y el control de la producción industrial

La instauración del socialismo colectivista comportó la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, que pasan a ser propiedad colectiva y gestionada por el estado, aunque para la agricultura se instauró de momento un régimen diferente.

La nueva forma de propiedad y de gestión implica cambios en el sistema monetario y financiero, en la producción, en el trabajo y en el consumo; y comportó también la abolición del capital. Se nacionalizó la banca, reconvertida en un solo banco estatal. La moneda no fue suprimida, aunque sufrió un intenso proceso inflacionario parecido a la hiperinflación alemana. Al aumento de emisión de billetes, único medio disponible para pagar el gasto público, se sumaba la escasez de la oferta de productos, de modo que la moneda acabó perdiendo prácticamente su valor y se pasó a una economía natural, es decir, sin intervención de la moneda.

La socialización del trabajo supuso el trabajo obligatorio para todos, con la unificación de la jornada laboral (40 horas semanales), la reducción de las diferencias salariales y la creación de la asistencia social (enfermedad, jubilación, etc.). 

La socialización afectó también al consumo. Con la circulación monetaria y el comercio prácticamente desaparecidos, el consumo dependía de la obtención de vales específicos (para alimentos, vestido, combustible) o de repartos en especie. La aspiración de los revolucionarios más radicales era una economía no monetaria, donde la población se tendría que organizar en comunas de productores y de consumidores y el comercio sería sustituido por una distribución planificada de productos, organizada por el gobierno.

EL punto más importante del proceso de socialización era la socialización de la producción. En las industrias ya existentes se implantó primero el control obrero (27 de noviembre de 1917), que hacía que las decisiones del soviet de la empresa fueran obligatorias para el empresario. El resultado fue la huida o el encarcelamiento de muchos empresarios y la desorganización y el descenso de la producción. El siguiente paso fue la administración obrera, que implicaba la desaparición de la figura  del empresario sin que por ello se consiguiera mejorar la producción. Mientras tanto, algunas grandes empresas o grupos empresariales y sectores enteros como el del azúcar o el petróleo fueron nacionalizados (1918). Finalmente, en 1920 se nacionalizaron la mayoría de las empresas. El estado confiscó todas las empresas con más de diez trabajadores manuales, y con más de cinco si se utilizaba energía mecánica. Puesto que el estado no pudo hacerse cargo de su funcionamiento, muchas empresas quedaron cerradas y algunos sectores, donde este tipo de empresa era mayoritario, se vieron prácticamente paralizados.

La organización global de la producción dependía del Consejo Supremo de la Economía Nacional, conocido como Vesenkha, creado a finales de 1917 y con autoridad sobre la industria, el comercio y la hacienda pública. En el aspecto industrial se organizaba en departamentos sectoriales (glavki), que dirigían los diferentes sectores productivos y que a menudo sustituían a las anteriores patronales de sector. La producción se organizaba mediante trusts, que eran las unidades mínimas de toma de decisiones, subordinadas a las directrices del glavki correspondiente, que a su vez tenía que cumplir las órdenes de la Vesenkha. Por lo tanto, las empresas no tenían autonomía financiera y no llevaban las cuentas de las pérdidas y beneficios, de modo que funcionaban sin control de costes. Los glavki repartían las materias primas y el dinero necesario, asignaban los productos que se tenían que elaborar y se hacían cargo de su distribución.(5)

(1) Feliu, G. (2007). Introducción a la historia económica mundial. Valencia: Universitat de Valencia.

(2) Ramón Muñoz, R. (s.f.). Guerras, crisis y derrumbamiento de la primera globalización (1914-1950). [ebook] Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya, pp.62-71. Disponible en <https://aulavirtual.um.es/access/content/group/2214_G_2017_N_N/PR%C3%81CTICA%20GRUPO%20_BLOG_/Materiales%20apoyo%20temas%20blog/HE%20_1914-1950_.pdf> [fecha de consulta: 18 de noviembre de 2017].
(3) Ibídem.
(4) Feliu, G. (2007). Introducción a la historia económica mundial. Valencia: Universitat de Valencia.

(5) Ibídem.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La CIA sobre la economía soviética

Evolución económica general de la Unión Soviética

La URSS post Stalin: nueva gestión económica (1967-1986) y disolución de la URSS